jueves, 8 de julio de 2010

La vida en el Templo

La vida en el templo

Dedidado a Mr. Pin


Debía prepararme mentalmente para el cambio de la amable y fácil Tailandia a la Cambodia del tráfico endiablado y la organización del pasado.Este viaje es un juego de opciones y si bien Ko Chan daba para una semana decidí que cuatro días de playa ya eran suficientes.

Me levanté a las 7 y tras despedirme de Yai empecé a desandar los 25 km. hasta el puerto. El bramido de autos y motos anticipaban el esfuerzo antes de cada subida. Antes de emprender este viaje hubiera dicho que esas cuestas no son para bicicletas. Pero todo es posible y como en el cuento de Hansel y Gretel iba dejando rastros de mi paso por la isla. Se me podía seguir ya que directamente iba goteando desde todo el cuerpo hacia la ruta.

Unos barquitos de madera te llevan hasta el continente. 15 km. mas de pedaleo y llegué a Trat.
El camino de 74 km. hasta la frontera ya lo había hecho, y si bien es lindo no me interesaba hacerlo de nuevo, entonces me subí a un Songtaweh (camioneta) que me acerco en un par de horas.

Cruzando la frontera esta el templo Budista donde 15 días antes, en mi anterior estadía en Cambodia, había dormido. Había prometido volver a pasar y entre de nuevo al templo.
Como todo templo, un amplio y decoradísimo arco señala la entrada a un amplísimo predio de unas 2-3 hectáreas. Camino arbolado y 150 mts. mas allá el templo con estampa de nuevo. Dorados y espejos adornan puertas gigantes, columnas y capiteles. Todo es un gran dorado. El estilo no me es muy agradable para mí, pero es así nomás.

Con sonrisas amplias y miradas cómplices mis amigos monjes me recibieron en las modestísimas barracas donde habitan. Casuchas de madera sobre pilotes en un rincón sombreado del predio. Como único ropaje, los monjes usan túnicas naranjas con amplios y complicados pliegues. Los únicos accesorios son unos bolsitos cruzados naranjas, a lo "Guan chan Kein" y hojotas casi siempre desvencijadas.

En mi modesta opinión, la vida en el templo se parece bastante al opio y la vagancia. Es decir, aparte de un par de horas de rezo y algunos rituales (para mi carentes de sentido) los monjes permanecen completamente al pedo. Alguno que otro da clases a los Temple Boys o chicos huérfanos que viven en el templo. Yo compartía la barraca con ellos. Mi gran amigo y socio es Mr. Pin, un negrito café-café de orejas apantalladas y sonrisa permanente. 15 años que parecen 12 y padres que lo abandonaron desde chiquito.

Mr. Pin me acompaña a la New Village, primer pueblito fronterizo, caserío que mete miedo. Fuimos a comprar comida para los monjes y el "Boss"; el Boss es un morochito color té, con oficio y semblante de vagancia permanente, a quien habitantes locales y algún argentino deben rendirle pleitecia.
La "música" se propelia por un megáfono en lo alto de una torre a niveles de saturación y volumen suprahumanos.
Mucha suerte la mía: caí justo en un velorio y aparentemente el castigo auditivo dura todo el día hasta las 12 de la noche. Nunca había siquiera imaginado que una combinación de sonidos podría ser tan aterrorizante. Unos xilofones con base de percusión eran los instrumentos. Los músicos se esmeraban en alternar las peores combinaciones armónicas y rítmicas. Y vaya si lo lograban; el resultado, torturante.

Me invitaron al velorio, en un gran salón a medio construir donde solo hombres velaban a una niña de 14 años fallecida por enfermedad. El ambiente era mas bien distendido; el copetín, el más pobre que allá visto. Sobre el suelo unos platitos con unas cuantas galletitas con forma de animalitos y té.
Tras aportar 20 baht (0.5 US) para la vaquita de la difunta, el ñato que hacía de locutor cazó el micro y dijo unas plegarias para mí. El rezo salía por el desmantelado megáfono como para que todo el pueblo se enterase.

Esta vez, la mayoría de los Temple Boys habían ido a visitar a lo que quedaba de sus familias y solo estaba Mr. Pin que no tiene a nadie. La barraca también la compartimos entre Mr. Man, un monje, Mr. Pin y este que escribe, que en Asia se ha dado en llamar Mr. Nando. Implemente el Nando ya que la F no les sale ni a patadas. Se duerme en el piso "mas Valeria", salvo los monjes que tienen como privilegio colchones.

Mr. Sam, un monje que ya lleva 7 años de monje, es el que mejor habla ingles y el resto de los monjes, unos 10, pueden entender y hablar algunas palabras. Mr. Pin no habla un pomo pero es para cagarse de risa las caras y los gestos.

A los Temple Boys les enseñan a ritmo de látigo. Los sientan en los aleros de las casuchas y les van preguntando; cuando no saben tienen que extender la mano y le clavan un fustazo con una rama o algo así.
Mr. Pin es mas bruto que el Chavo y se liga unos azotes padres.
Los monjes se levantan a las 5, ya que a esa hora tienen que empezar a rezar como hora y media. A la tarde tienen otro tanto. Dos monjes salen con una ollita muy típica que se la cuelgan como bolsos cruzados y la gente del pueblo les dona la comida del día. La voltereta no dura mucho ya que tienen algunos lugares fijos donde siempre les llenan la olla. Yo contribuyo con algunos manjares como licuados y cosas así. Por la noche no pueden comer nada, solo beber.

La cerveza prohibida totalmente, pero fuman como sapos (????).

El musicón volvió a las 5 de la mañana, así que mi partida del templo fue tempranera buscando aliviar el asedio sonoro; el mismo que impidio una segunda guitarreada. En mi anterior pasada habíamos llorado de la risa cantando canciones Camboyanas y algunas internacionales.

Tenía que cruzar el río distante a 5 km. para llegar hasta el puerto donde tomaría el impecable barco rápido que me llevaría a Sihanoukville o Kampong Som, ciudad playera en el extremo sud de Cambodia.
Si bien no logro entender los ritos y jerarquías Budistas, cada uno de los miembros del templo ha sido mas que generosos conmigo. Por lo que estoy profundamente agradecido para con todos ellos.

Abrazos a todos.
Fernando.

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